Músicas (IV)
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Ayer soñé… Es una frase que habitualmente escuchamos a la mañana de algún integrante de nuestra familia, nuestros colegas en el trabajo o nuestros amigos. En el sueño, más allá de las explicaciones neurológicas y psicológicas sobre el asunto, se ponen en funcionamiento un número enormes de imágenes, de procesamiento de síntesis, condensación, pero sobre todo de una clara vivencia en un orden de la vida en la que, casi literalmente, estamos ausentes de los acontecimientos del vivir.
¿Qué vemos en los sueños? Eso que nos pasa, ¿sucede detrás de nuestras miradas?. A Borges les justaba pensar que en el sueño nos encontrábamos en un espacio atemporal y colectivo en el que podíamos vivir de una manera omnipresente, lo que en la vigilia nos estaba vedado ver y vivir.
En Everness un poema en el que Borges profetiza el peso de una posible eternidad en nuestra concepción de las dimensiones de tiempo y espacio dice:
“Ya todo está/ los miles de reflejos que entre los dos crepúsculos del día/ tu rostro fue dejando en los espejos/ y los que irá dejando, todavía/ Y todo es parte de esa memoria: el universo/ no tienen fin sus arduos corredores y las puertas se cierran a tu paso/ sólo del otro lado del ocaso verás los arquetipos y esplendores.”
La poesía desdibuja nuestras nociones de lo eterno, como un espacio expandido, estallado contra el tiempo. La repetición de los reflejos en una cadena infinita través de los días, condena a la vida que se cierra en un espacio sin fin, y en un tiempo sin retorno “las puertas se cierran a tu paso”. Borges dibuja ese laberinto con metáforas, el último acceso de ser al fin, a una verdad accesible a su ser no le viene por la palabra, sino por una visión: “Sólo del otro lado del ocaso verás los arquetipos y esplendores”, nos dice el poeta.
¿Hay otro lado de algo?, ¿Qué quiere decir, “depende del punto de vista”, con el que mires tal o cual cuestión?
En términos de visibilidad, la realidad tiene muchos puntos de acceso, para los que investigan, de abordajes.
Podemos mirar las cosas desde arriba, desde abajo, a la altura de los ojos del otro, o a la altura de algunos animales o de los niños.. ¿Cómo ve un niño al mundo, desde su altura, sus posibilidades?
¿Qué ve un artista, que los otros seres humanos no podemos ver, por lo tanto revelar del mundo?
John Berger sostiene que existen diferentes órdenes de visibilidad, que el orden humano, desde el cual nosotros vemos las cosas, coexiste con otros. Es probable que nuestra condición humana nos permita ver lo que vemos, pero que no seamos capaces, o excepcionalmente lo somos, de ver un orden que está destinado a los animales, a cierto tipo de animales. El cine, por ejemplo, reproduce la sensación de movimiento y de continuidad a 25 fotogramas por segundo, vaya a saber a cuantos fotogramas por segundo nosotros vemos lo que somos capaces de percibir, de procesar. Ahora bien, si somos capaces, por alguna circunstancia ver entre fotograma y fotograma, es posible que allí estemos accediendo a un orden de lo visible que no es estaba destinado, previsto a nuestra especie. Nos han sido dadas facultades, capacidades, pero también limitaciones, por eso somos capaces de advertirlas, de pensar y también de crear de hacer Arte. (Berger)
Los Artistas ven lo que otros no podemos, por un circunstancia que une manejo de la técnica a la capacidad, la sensibilidad, de tener “una mirada” incisiva, sobre el mundo, acceden a unos niveles de visibilidad que transfieren a sus obras. Lo artistas tienen la posibilidad de mirar ese fulgor de las certezas, que están del otro lado del ocaso, los esplendores de los que hablaba Borges. Pero para poder brindar eso el mundo, dar testimonio de esas visiones, deben tener la valentía suficiente para olvidar las jerarquías, abandonar el ego, estirar la mano sentir ese calor, casi hasta la locura, no temer. Un artista que pinta, que escribe, que lima la abstracción matemática de la escritura musical para esculpir una emoción se entrega a ese fulgor a sabiendas del peligro, sabe que debe regresar de ese espacio para darle al mundo lo que puede revelar, lo dado, lo hallado, como una trasparente y casi invisible piedra que contiene las resonancias que a cada espectador, en algún momento de su vida podrá encontrar en la obra, si es que quiere, a través de los años intentar ese esfuerzo. Ir hacia el resplandor, sin perderse, es y ha sido el desafío del artista.
En este sentido, no hay arte que se pueda llevar adelante sin el cuerpo, sin esa clausura que es la que nos permite escribir sobre el cuerpo del mundo. Atravesado por la cultura, limitado por la historia personal, moldeado por nuestras creencias y valores, el cuerpo, le permite, en términos de Heidegger, al ser ese estar ahí, en la casa del lenguaje, en la que el poeta es su guardián.
La poesía, está en todas partes, como el deseo y la oportunidad del cambio. Las imágenes, las pinturas que han encumbrado la historia del arte, nos obligan siempre a regresar sobre nosotros mismos, a mirarnos como si fuera la primera vez que podemos reconocernos. ¿Cómo somos frente al espejo? ¿Por qué nos aterroriza entrar en nuestra mirada? . Regreso a una idea anterior: lo que vemos, nos mira, lo que nos mira nos revela mirando. Podemos modificar las condiciones de vida del mundo si somos capaces de aprender a mirar, Mirar logrando hacer algo con lo que se mira. Mirar una pintura para incorporar esa visión esa experiencia del pintor a la nuestra.
No hay silencio más sagrado que el de la obra frente a nosotros. Es un silencio que espera el diálogo, nuestra voz diciendo a la obra, nuestro interior escuchando. Los sentidos se entrecruzan, evocan al otro, toman de su eco. Por eso el sentido de la vista, hace palabra de lo que ve, y es palabra antes de ser imagen. Un perfume tiene en si, como vimos visiones, sonidos y los sonidos convocan a la imagen.
Hay tantas cosas en este mundo. Podríamos hablar de esto durante horas, no para ponernos de acuerdo, sino para seguir pensando juntos, sobre esta pregunta ¿Dónde está lo visible?, es posible pensar que en ningún lugar en particular, es lo que nos pasa cuando estamos con nuestros ojos atentos ante el mundo. El Arte trata de revelarnos poéticamente pero con enérgica convicción que hay algo de eso que por desapercibido o demasiado elocuente no podemos ver, comprender o no nos animamos a vivir por doloroso e inevitable.
En El poema de los Dones, Borges agradece que haya música en el mundo. Mucho de lo que somos tiene que ver con lo que el arte nos ha dado. Una visión de nosotros para poder mirarnos, desde nuestra experiencia en el mundo, de otra manera.
Estas son palabras. Estamos pensando. Dice Daniel Cabrera sobre el ejercicio de teorizar, haciendo un paralelismo con la mirada: “En un sentido óptico la teoría es el foco donde se encuentran la mirada y lo que se enfrenta a ella. Teorizar es proyectar ese espacio donde se hace foco, donde el ver se transforma en mirar y la mirada se convierte en pensamiento”. “Pensar en este sentido, se constituye en percibir como nos mira lo que vemos. Porque somos mirados podemos ver, porque somos pensados, podemos pensar. El pensar, dice Cabrera no nace de un acto de iluminación del ser humano, sino de su respuesta al advenimiento inquietante de la mirada que instituye.”
Al ser mirados nos volvemos, reflexionamos respondemos a esa inquietud, a esa inquietud primera de aquel hombre primero frente al animal: debe matarlo para comer, pero comprendió que, además ese encuentro dejó un espacio donde la inquietud puede decirse y usó la sangre y dibujo al animal para que no muera, y puso su mano allí para decir: este soy yo y vi y acá estamos, para siempre, del otro lado del ocaso.
Claudio Asaad
¿Qué vemos en los sueños? Eso que nos pasa, ¿sucede detrás de nuestras miradas?. A Borges les justaba pensar que en el sueño nos encontrábamos en un espacio atemporal y colectivo en el que podíamos vivir de una manera omnipresente, lo que en la vigilia nos estaba vedado ver y vivir.
En Everness un poema en el que Borges profetiza el peso de una posible eternidad en nuestra concepción de las dimensiones de tiempo y espacio dice:
“Ya todo está/ los miles de reflejos que entre los dos crepúsculos del día/ tu rostro fue dejando en los espejos/ y los que irá dejando, todavía/ Y todo es parte de esa memoria: el universo/ no tienen fin sus arduos corredores y las puertas se cierran a tu paso/ sólo del otro lado del ocaso verás los arquetipos y esplendores.”
La poesía desdibuja nuestras nociones de lo eterno, como un espacio expandido, estallado contra el tiempo. La repetición de los reflejos en una cadena infinita través de los días, condena a la vida que se cierra en un espacio sin fin, y en un tiempo sin retorno “las puertas se cierran a tu paso”. Borges dibuja ese laberinto con metáforas, el último acceso de ser al fin, a una verdad accesible a su ser no le viene por la palabra, sino por una visión: “Sólo del otro lado del ocaso verás los arquetipos y esplendores”, nos dice el poeta.
¿Hay otro lado de algo?, ¿Qué quiere decir, “depende del punto de vista”, con el que mires tal o cual cuestión?
En términos de visibilidad, la realidad tiene muchos puntos de acceso, para los que investigan, de abordajes.
Podemos mirar las cosas desde arriba, desde abajo, a la altura de los ojos del otro, o a la altura de algunos animales o de los niños.. ¿Cómo ve un niño al mundo, desde su altura, sus posibilidades?
¿Qué ve un artista, que los otros seres humanos no podemos ver, por lo tanto revelar del mundo?
John Berger sostiene que existen diferentes órdenes de visibilidad, que el orden humano, desde el cual nosotros vemos las cosas, coexiste con otros. Es probable que nuestra condición humana nos permita ver lo que vemos, pero que no seamos capaces, o excepcionalmente lo somos, de ver un orden que está destinado a los animales, a cierto tipo de animales. El cine, por ejemplo, reproduce la sensación de movimiento y de continuidad a 25 fotogramas por segundo, vaya a saber a cuantos fotogramas por segundo nosotros vemos lo que somos capaces de percibir, de procesar. Ahora bien, si somos capaces, por alguna circunstancia ver entre fotograma y fotograma, es posible que allí estemos accediendo a un orden de lo visible que no es estaba destinado, previsto a nuestra especie. Nos han sido dadas facultades, capacidades, pero también limitaciones, por eso somos capaces de advertirlas, de pensar y también de crear de hacer Arte. (Berger)
Los Artistas ven lo que otros no podemos, por un circunstancia que une manejo de la técnica a la capacidad, la sensibilidad, de tener “una mirada” incisiva, sobre el mundo, acceden a unos niveles de visibilidad que transfieren a sus obras. Lo artistas tienen la posibilidad de mirar ese fulgor de las certezas, que están del otro lado del ocaso, los esplendores de los que hablaba Borges. Pero para poder brindar eso el mundo, dar testimonio de esas visiones, deben tener la valentía suficiente para olvidar las jerarquías, abandonar el ego, estirar la mano sentir ese calor, casi hasta la locura, no temer. Un artista que pinta, que escribe, que lima la abstracción matemática de la escritura musical para esculpir una emoción se entrega a ese fulgor a sabiendas del peligro, sabe que debe regresar de ese espacio para darle al mundo lo que puede revelar, lo dado, lo hallado, como una trasparente y casi invisible piedra que contiene las resonancias que a cada espectador, en algún momento de su vida podrá encontrar en la obra, si es que quiere, a través de los años intentar ese esfuerzo. Ir hacia el resplandor, sin perderse, es y ha sido el desafío del artista.
En este sentido, no hay arte que se pueda llevar adelante sin el cuerpo, sin esa clausura que es la que nos permite escribir sobre el cuerpo del mundo. Atravesado por la cultura, limitado por la historia personal, moldeado por nuestras creencias y valores, el cuerpo, le permite, en términos de Heidegger, al ser ese estar ahí, en la casa del lenguaje, en la que el poeta es su guardián.
La poesía, está en todas partes, como el deseo y la oportunidad del cambio. Las imágenes, las pinturas que han encumbrado la historia del arte, nos obligan siempre a regresar sobre nosotros mismos, a mirarnos como si fuera la primera vez que podemos reconocernos. ¿Cómo somos frente al espejo? ¿Por qué nos aterroriza entrar en nuestra mirada? . Regreso a una idea anterior: lo que vemos, nos mira, lo que nos mira nos revela mirando. Podemos modificar las condiciones de vida del mundo si somos capaces de aprender a mirar, Mirar logrando hacer algo con lo que se mira. Mirar una pintura para incorporar esa visión esa experiencia del pintor a la nuestra.
No hay silencio más sagrado que el de la obra frente a nosotros. Es un silencio que espera el diálogo, nuestra voz diciendo a la obra, nuestro interior escuchando. Los sentidos se entrecruzan, evocan al otro, toman de su eco. Por eso el sentido de la vista, hace palabra de lo que ve, y es palabra antes de ser imagen. Un perfume tiene en si, como vimos visiones, sonidos y los sonidos convocan a la imagen.
Hay tantas cosas en este mundo. Podríamos hablar de esto durante horas, no para ponernos de acuerdo, sino para seguir pensando juntos, sobre esta pregunta ¿Dónde está lo visible?, es posible pensar que en ningún lugar en particular, es lo que nos pasa cuando estamos con nuestros ojos atentos ante el mundo. El Arte trata de revelarnos poéticamente pero con enérgica convicción que hay algo de eso que por desapercibido o demasiado elocuente no podemos ver, comprender o no nos animamos a vivir por doloroso e inevitable.
En El poema de los Dones, Borges agradece que haya música en el mundo. Mucho de lo que somos tiene que ver con lo que el arte nos ha dado. Una visión de nosotros para poder mirarnos, desde nuestra experiencia en el mundo, de otra manera.
Estas son palabras. Estamos pensando. Dice Daniel Cabrera sobre el ejercicio de teorizar, haciendo un paralelismo con la mirada: “En un sentido óptico la teoría es el foco donde se encuentran la mirada y lo que se enfrenta a ella. Teorizar es proyectar ese espacio donde se hace foco, donde el ver se transforma en mirar y la mirada se convierte en pensamiento”. “Pensar en este sentido, se constituye en percibir como nos mira lo que vemos. Porque somos mirados podemos ver, porque somos pensados, podemos pensar. El pensar, dice Cabrera no nace de un acto de iluminación del ser humano, sino de su respuesta al advenimiento inquietante de la mirada que instituye.”
Al ser mirados nos volvemos, reflexionamos respondemos a esa inquietud, a esa inquietud primera de aquel hombre primero frente al animal: debe matarlo para comer, pero comprendió que, además ese encuentro dejó un espacio donde la inquietud puede decirse y usó la sangre y dibujo al animal para que no muera, y puso su mano allí para decir: este soy yo y vi y acá estamos, para siempre, del otro lado del ocaso.
Claudio Asaad
